Granada inspira. La Alhambra, el flamenco más puro, la herencia nazarí, el Albaicín, las gentes granadinas, han despertado la luz en algún que otro talento. Pero a la vez, Granada ha comprobado el efecto contrario: cuando los protagonistas son sus ciudadanos. Y de entre todos los ámbitos, quizá uno de los más prolíficos de los granadinos haya sido la poesía.
La poesía durante la época medieval granadina gozó de una salud y estupenda: hombres y mujeres creaban versos únicos. Parece que se ha querido mantener esa herencia cultura, porque son varios los poetas granadinos que tienen un nombre destacado en el panorama poético actual:
Federico García Lorca [1898-1936]
Había que nombrarlo. Granada acarreará siempre con el arraigo de uno de los mayores genios literarios de todos los tiempos: Federico García Lorca. En los centros escolares se le presenta como un miembro destacado de la Generación del 27, pero en realidad García Lorca es un poeta universal: en las universidades más prestigiosas de Estados Unidos e Inglaterra hay auténticos especialistas en la obra del poeta. No en vano, su principal biógrafo, Ian Gibson, es de origen irlandés.
Y todo empezó en Granada. Lorca encontró muchísima inspiración en la idiosincrasia andaluza, la trasladó a su obra, la hizo suya y la mostró al mundo enmarcada en una simbología mágica que lo ha llevado a la eternidad que sólo alcanzan los grandes artistas.
Su asesinato se produjo en el cénit de su carrera. Imposible elegir sólo una pieza para recordarlo.
Elena Martín Vivaldi [1907-1998]
Una de las mujeres más ilustres de Granada. Según algunos especialistas, la poesía (no tan conocida) de Martín Vivaldi supuso un enlace entre la Generación del 27 y la poética actual española.
Entre ti, soledad, me busco y muero,
en ti, mi soledad, mi vida sigo,
vencida por tus brazos voy contigo
y allí te aguardo donde ya no quiero.
Desde siempre en mi calle yo te espero,
y amante de mis noches te persigo,
si alguna vez, dolida, te maldigo,
desde tu ausencia, triste, desespero.
Me diste la esperanza de tenerte
en mi dolor. Guiada por tu mano
subí los escalones de la muerte.
Aquí donde a tu sombra soy crecida,
el tiempo, tuyo y mío, va cercano,
dejándome la sangre ya cumplida
Luis García Montero [1958]
Ha tenido muy en cuenta la obra de predecesores como Rafael Alberti, pero también ha formado parte de corrientes poéticas novedosas. En cualquier caso, Luis García Montero tiene y merece un reconocimiento importantísimo en la literatura contemporánea. El original estilo de su poesía, con tintes narrativos y lenguaje cotidiano, combina a la perfección con el nombre de uno de sus poemarios: Poesía urbana.
Recuerda que tú existes tan sólo en este libro,
agradece tu vida a mis fantasmas,
a la pasión que pongo en cada verso
por recordar el aire que respiras,
la ropa que te pones y me quitas,
los taxis en que viajas cada noche,
sirena y corazón de los taxistas,
las copas que compartes por los bares
con las gentes que viven en sus barras.
Recuerda que yo espero al otro lado
de los tranvías cuando llegas tarde,
que, centinela incómodo, el teléfono
se convierte en un huésped sin noticias,
que hay un rumor vacío de ascensores
querellándose solos, convocando
mientras suben o bajan tu nostalgia.
Recuerda que mi reino son las dudas
de esta ciudad con prisa solamente,
y que la libertad, cisne terrible,
no es el ave nocturna de los sueños,
sí la complicidad, su mantenerse
herida por el sable que nos hace
sabemos personajes literarios,
mentiras de verdad, verdades de mentira.
Recuerda que yo existo porque existe este libro,
que puedo suicidarnos con romper una página
Mónica Francés (1971)
Con una trayectoria aún joven, Mónica Francés es una de las nuevas voces femeninas en la poesía actual. Y lo de voces, es literal: su formación como actriz convierte cada uno de sus recitales en un espectáculo donde el público queda totalmente embelesado. Sus versos son sensuales, evocadores, inteligentes, naturales, directos. Merece la pena seguirle la pista.
Voy a echarte mi cuerpo a leer.
Tiene una puerta y un escalón
de entrada y una mujer sentada,
que un día salió de paseo y
vino a parar a un escalón de
entrada. Sigue ahí.
Voy a echarte mi cuerpo a leer
El callejón imposible, tronco
de parra, donde nadie advierte
la cópula quieta del cigarrón
más quieto aún. Sucede parado.
Ven, ocurre entre el pelo y la sien.
Maldito querido dios solo muerto
voy a echarte mi cuerpo a leer
Fernando Valverde (1980)
Cuenta con la bendición de Benjamín Prado y de cerca de doscientos críticos de más de cien universidades que lo incluyeron en una lista de los poetas más relevantes en lengua española. Fernando Valverde crea imágenes con las palabras, renueva las metáforas y los paralelismos; envuelve las letras en una atmósfera en la que el lector se sumerge sin problemas.
Uno de los líderes de la poesía contemporánea joven (nacidos después de 1970) que aún tiene muchos versos que regalar.
POSTAL DE PRAGA
Quiero traerte al mundo que conozco,
a mi mundo de voces y fantasmas,
de ciudades que tienen un rincón
donde buscar la muerte.
Mi mundo es tan oscuro sin el tuyo…
Ahora miro el Moldava,
el agua se suicida en cada margen,
la ciudad está quieta,
es un dolor sin dioses ni esperanza,
muchas guerras después
aquí la gente huye
de cualquier ilusión pronosticable
y el cuerpo se contagia
de un temblor parecido a la humedad.
Las paredes son grises como el humo,
hay un final después de las palabras
que parece romperse.
Y en Vysehrad se mueren las palomas,
el invierno es tan frío que resulta
una herida en las manos y en los pies.
Pero aquí nadie tiembla, todos saben
que es cuestión de fortuna y de equilibrio.
Todos creen en la espera.
Y el dolor se acostumbra,
el tiempo se acostumbra,
el miedo y la tristeza se acostumbran
a vivir sin rencor.
Nada tiende a romperse, todo queda
empapado después de una tormenta,
de una frágil tormenta que sostiene
un milagro de voces,
un dolor tan amargo como el frío.
Qué mejor que enmarcar la lectura de poemas como éstos en el entorno de la Alhambra. Pasar una tarde de primavera disfrutando de estos versos en nuestro patio, con vistas al palacio nazarí, debe ser algo parecido a la felicidad más absoluta.
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